Hola, les triago esta Mini historia de manera rapida.


LA PROSTITUTA

Un hombre entra al bar de mala muerte al costado de la carretera. 
El tipo entra derrotado de su miserable vida, llena de fracasos y desilusiones

                                                   

- La vida apesta- decía el jóven.

Camina sobre el suelo crujiente de madera, nadie lo mira, a excepción del cantinero, que esta secando una tarra de vidrio con un trapo blanco.

-¡Cantinero! !sirveme un wisky!- decía aquel forajido misterioso con prepotencia, exigiendo su bebida embriagante.

-¿Otra noche de soledad Bob?- respondió el cantinero amablemente.

-La vida es una mierda, sin amor, sin dinero, sin iluciones, espero un día morirme hundido en el achol- respondió Bob, mirando la barra, una barra de madera que se notaba que el paso del tiempo afectaba a la madera. 
Sus brazos llenos de pelos gruesos, las heridas del trabajo en todo el brazo aunque sanadas dejaban cicatrizes en su piel que dificlmente podria ocultar tras esas camisas de cuadros arreamangadas hasta los hombros.


El vazo de wsky lleno de hielo se deslizó por la barra hasta posicionarse enfrente de Bob, el cual agarró con su gran mano, llena del paso del tiempo con las venas saltadas, los nudillos duros y una piel aspera llena de pequeños rasguños.
Pasó de sus extremidades a su boca para beberlo hatsa el fondo, el líquido se deslisaba por el envase.
                                      

-Aghhh, Deja la botella- comentó nuestro colega al surtidor de su bebida fría, y así sucedió, la botella llegó a sus manos, donde poco a poco conforme el paso del tiempo, bajaba el contenido total.

Los minutos pasaban y se conviertieron en horas, donde la gente entraba y salía, pero Bob se aferraba a la barra, derrotado totalmente, no lloraba, solo estaba ahí, recargado, sin decir ni una palabra, solo mirando la brarra y sus brazos.

Pasada la medianoche el bar estaba solo, solo él y el cantinero que estaba medio dormido detrás del mostrador, pero el forajido seguía ahí, como muerto ambulante, sin alguna ilusión.

Y de pronto que entra una dama azotando las puertas que hace inmediatamente despertar al cantinero, que mirando los exhuberantes pechos de aquella damisela corre atentamente a despacharla.

-¿Qué le vamos a servir?-  preguntaba atentamente el cantinero sin despegar la mirada de la mujer, que conforme más mirabas mas defectos podias notar

- Dame una cerveza- Respondió aquella misteriosa ramera de falda corta y negra, que mostraba sus piernas mucho más de la cuenta, mostraba que la belleza se acaba tras la edad cuando nos cobra todo, la celulitis y la grasa provocada por la mala alimentación y la falta de ejercicio; la ombligera dejaba ver su descuidada panza que colgaba un poco, pero compensaba que sus enormes pechos que cautivaban a cualquiera, eran como dos sandías juntas.
Su voz era dulce pero ronca, el pelo era chino y revuelto, un total caos, y aquella piel era color canela, con unos ojos cafés muy hermosos ligados a un rimel mal hecho. 

Aquella chica se sentó en el banco junto a Bob, mientras ella lo observaba como una niña observa un bicho raro.

-¿Hey amigo que te pasa?- Preguntaba con un tono de voz campesino muy amigable

-La vida apesta- Murmuraba Bob

-¡Mierda!, ¡por supuesto que sí!- Gritaba la ramera de pacotilla.
-¡Esta puta vida de mierda merece vivirse hasta morir ahogados en cerveza!- insistía con la lata de cerveza alzada en todo su esplendor.

Ambos brindaron y se acabaron sus bebidas, el golpe unisonoro de las botellas retumbó en la barra.

- ¿Cómo te llamas mujer?- Pregunto Bob con su voz aún desconcertada y derrotada

-Dime "Mariane"- Dijo orgullosamente de su nombre 
-¿Quieres un poco de diversión querido?- sutilmente con un toque sexy, mientras le hacia cariñitos al hombro de bob

-Suena bien- Dijo bob confuso

Después de pagar la cuenta se dirigieron al estacionamiento, dónde se encontraba la camioneta de bob, una Dodge vieja color roja; se notaba el mal uso, el oxido y el olor penetrate a alchol y sudor, los asientos llenos de suciedad que muy apenas se podía distinguir que el color original era café claro.

Se miraron los unos a los otros, viendo sus miserables vidas en las pupilas del otro, ocultando la soledad en sus almas que pedían a gritos dejar de existir.
La vieja radio que se prendía sola por alguna mala conexion comenzó a tocar musica country.
Sus cuerpos tenían alcohol hasta el tope, posiblemente ninguno de los dos recordaría esto al dia siguiente, pero la noche era joven.

La ombliguera fue arrojada por la ventana; la carretera estaba vacía, sin ningúna alma, sin luces a kilómetros a excepción de las del bar; el brasier color negro se desabrochaba poco a poco por las uñas largas de mariane, dejando caer por obra de la gravedad esos enormes pechos llenos de carne que cargaba.
Un beso en el cuello de mariane, deslizando la lengua de Bob por su cuello con la esperanza de encontrar el sabor de aquella prostituta de la carretera; deslisando sus besos por todo su cuerpo, por la areola de sus pechos, por su panza llena de estrías, dando vueltas por el ombligo.
Mariane estaba mas prendida que un mechero, dando gritos de placer después de que su piel fuera tatuada por los besos de aquél hombre deprimido, su pelo suelto se movía tal cual un trapeador; hasta que Bob se armo de valor y bajó el cierre de su pantalón, dejando al descubierto su miembro reproductivo, comenzando la emocionante aventura del apareamiento.

Al ritmo de aquella vieja canción country que habla del amor apasional, los gemidos suaves pero con sentimiento sonaban, mientras el sudor recorría a ambos, un golpe tras otro sobre la cavidad de la ramera, podría decirse que fue la noche “dónde llegaron los rayos sin siquiera llover”, dónde el alchol hizo de lo suyo, pero tambien el encuentro de dos desconocidos.

Cuando Bob estuvo a punto de llegar a su clímax, donde su miembro se sentía presionado y su cuerpo no respondía, se apagó el enchufe de su cuerpo por la emoción; al recobrar el conocimiento estaba acostado, mirando los ojos confusos de su antiguo cuerpo. El se sentía confundido, pero sentía el placer algo que pocas veces siente una mujer, las olas de placer que erizaban cada bello fino de sus nevos brazos, el sudor era algo normal, pero no que sintiera el líquido bizcoso en su nueva vagina, era caliente y eso era algo nuevo, quería hablar pero su respiración agitada no lo dejaba, hablaba pero balbuceaba.

mientras que Mariane en el cuerpo de Bob miraba sentado el volate de la vieja camioneta, no sabía si estaba alucinando por el alcohol o por que en realidad era un hombre.

Bob observó sus pechos desubiertos, eran pesados maldita sea, se movían con cada respiración, el pelo molestaba la vista; cuándo recobró el habla se sentó, y comenzó a ponerse su antigua camisa, salió del carro y volvió a la cantina.
El ya conocía el lugar, asi que entró al baño con todas las piernas cansadas, tambaleándose por su nueva perspectiva; buscó el baño y con pequeños trozos de papel se limpió su nueva vagina, aún que su braga estaba "limpia" por decirlo así.

Confundido regresó a las afueras del bar, dónde miró la camioneta alejandose a toda velocidad del lugar.
Resignado ingresó al establecimiento, donde el cantinero volvía a mirar a la chica, eran casi las 3 de la mañana.

- ¡Cantinero! ¡sirveme un wisky!- Dijo la nueva Mariane un tanto prepotente con su voz áspera

- ¿Le pasa algo señorita? Bob a veces hace cosas raras- dijo el cantinero

- La vida apesta- respondió aquella ramera